10/16/2008

El tiro por la culata.

Me llegó un correo anoche en el que alguien con muy buenas intenciones afirma que Agustín Carstens, secretario(s) de hacienda mexicano, denunciaba inútilmente a los empresarios que provocaron la caída del dólar. Todo un acto de simulación el del señor Carstens, al puro estilo del "policia bueno, policia malo" junto a los amigos de (Fox) Calderón. Él los regaña indignadísimo y ellos reciben dignamente sus coscorrones mientras, como Rico McPato les enseñó, nadan en la nada despreciable cantidad de 2500 millones de dólares que obtuvieron como utilidad comprando esos dólares baratitos y vendiéndolos posteriormente al precio de lista. Al final, alguno le jugará al burrito castigado y todos contentos.

A todos mis amables y queridos amigos que votaron, en un arranque de pánico clasemierdero, por el chaparrito Felipón, les traigo una carrilla que peca de ternura. Y es que esta nueva crisis tiene una cuota de "jaja, lo sabía" que no tiene parangón. No debería alegrarme, lo sé, porque generará pobreza, hambre y jodienda, pero a veces el orgullo cínico de haber tenido la razón puede más que las consecuencias de sodomización forzosa que dicha razón provoque en uno o en todos los demás. Este es el caso.

Hoy estamos frente a una crisis que, curiosamente, se nos había advertido que llegaría en caso de que el peje hubiera llegado a la silla.

Haciendo un breve recuento, veamos a dónde nos han conducido dos añitos de calderonismo recalcitrante:

a) Devaluación
b) Empresarios que atacan los intereses nacionales
c) Fuga de capitales
d) Pérdida constante de la confianza del inversionista
e) Rupturas constantes con el magisterio (quien se acuesta con Elba, no amanece mojado, nomás no amanece)
f) Caída en el empleo
g) Caída en el poder adquisitivo
h) Inseguridad pública exacerbada
i) Narcopoder en ascenso

Y le paro porque sería muy fácil continuar.

¿En dónde está la estabilidad que buscaban mis queridos neovotantes panistas? No sólo no la hay, sino que además de inestabilidad tenemos un gobierno abiertamente mocho (para todos los que afirmaban que Felipillo era un panista "moderno", alejado del yunque y de la iglesia). Tenemos un secretario de salud que no abastece medicamentos para el SIDA en el IMSS y el ISSSTE. Tenemos un secretario de hacienda que parecen dos (por el tamaño, porque por el cerebro apenas llega a medio). Y tenemos, finalmente, a un escuincle intolerante, incapaz e ignorante de la realidad nacional, despachando desde gobernación y cerrando a diario la colonia Juárez porque en el fondo está cagado de miedo y esperando a que sus amigos de Repsol (la petrolera española que tiene el colmillo puesto en PEMEX y negocios con los Mouriño en Galicia, para los que no la conocen) le de la dentellada final al usufructo de PEMEX (que no a PEMEX, que seguirá siendo "nacional" (sí, por las deudas y los impuestos, nada más).

Y en realidad no sorprende. Muchos estábamos perfectamente al tanto de que este sería el resultado, en caso de perpetuar el modelo neoliberal en México. Polarización más profunda de la riqueza, desaparición del escaso bienestar clasemierdero, y enriquecimiento insultante de la cúpula empresarial. Justamente el camino que lleva México, y que ha copiado del big brother norteamericano.

¿Es en realidad una crisis nacional tanto como una epifanía económica mundial? Es ciertamente una muy desafortunada combinación de ambas. Los propios defensores de la estrategia neoliberal están hoy muy guardaditos en sus refugios construidos con los dólares de la miseria global, y se han guardado la propaganda para otro momento. Ya no abogan (a sueldo) por las bondades del libre mercado y la desregulación del capital. Solamente disfrutan de los réditos del propagandista mientras el mundo se encamina a la hambruna, la desolación económica y eventualmente, a la aniquilación de la especie. ¿En dónde tienen el cerebro estas personas? ¿Es una cuestión de raciocinio tanto como de ética? ¿Alguien tendrá en algún momento los tamaños necesarios para detener la vorágine de la estupidez?

Estos reyes de la procrastinación y del postergamiento permanente de lo inevitable, siguen sirviendo los intereses del dios dinero. El Capital, ese gran Jabba the Hut al que probablemente le rezan en secreto, sigue alimentándose de países y poblaciones enteras, del agua y de los recursos naturales del mundo, de los pocos bosques que quedan en pie y -recientemente- de la tranquilidad comodina y burgesoide de la población norteamericana, que comienza a sentir pasos en la azotea del mundo.

¿Cuál es el punto en generar utilidades? ¿De qué sirve hacer dinero si próximamente no se podrá comprar nada con él? ¿No dijo algún barbón, hace ya muchos años, que la acumulación exacerbada del capital no conducía a ninguna parte y era el signo apocalíptico de una lucha encarnizada de las clases sociales? Marx hoy, más que nunca antes, es el Nostradamus de la era moderna. Desgraciadamente su visión hoy resultaría naive, puesto que los mecanismos de coerción de los gobiernos son mucho más efectivos que las bayonetitas del siglo XIX, y -además- porque no había playstation, internet, televisión o liga futbolera que tuvieran sendo control de los deseos humanos, aplacando las pulsiones y en algunos casos estupidizando el tiempo y a la gente, en general. A todos nosotros.


Pero el dinero no piensa en nosotros. Nosotros en cambio, pensamos en él todo el tiempo. En México y en el resto del mundo. Aquí el problema es también de forma. Pensamos en como "chingárselo" al prójimo. Nuestra visión de hacer dinero suele estar condenada por la "transa" y la sensación de que para que yo sea rico, necesariamente tiene que haber pobres. Y si trabajan para mí, mejor. Y si me quieren, mejor. Y si piensan que soy un buen patrón, mucho mejor. Y si compran mis productos, entonces me llamo Lorenzo Servitje o soy cualquier otro empresario nacional (o internacional) exitoso, afamado y "líder de opinión".

- "Mister Hut, por aquí por favor..."
- "De qué está hablando, señor. ¡Mi nombre es Agustín Carstens!"



Es de ahí de donde proviene mi placer malsano. Ese suspiro/sonrisa irónica de saber que te van a dar por el culo y que no vas a poder evitarlo. Esa certeza de que sabes que el mundo se dirige inevitablemente a la mierda y que ninguna cadena de correos va a permitir que la gente deje de comprar en el súper, deje de comer gansitos o cambie en lo más mínimo sus hábitos de consumo. Y que incluso ese cambio de hábitos no llevaría a ninguna parte mas que a la misma debacle, pues es la propia premisa del capital la que ha encumbrado a la humanidad tanto como la ha hundido.

Los hombres creen que son mejores seres humanos porque en la humanidad hubo un Einstein o incluso un Maradona (háganme el putísimo favor). Creen que el heroísmo de uno nos redime a todos. Creen que porque algunos hombres son mejores, entonces la humanidad tiene sentido, dirección, propósito y esperanza. Cu-cu, dice la alarma: No hay esperanza. O cada vez es menor. O nunca la hubo. ¿Cómo saberlo mientras vemos Chespirito o nos sacamos un moco mientras miles de millones pasan hambre?

La posibilidad de una revolución es cada vez más escasa. Las ideas revolucionarias están al servicio del capital y por tanto viven de él. Mejores televisiones. Mejores celulares. Mejores videojuegos. ¿Y mejores mundos? ¿Mejores hombres? ¿Mejores escuelas? No, gracias.

Mi única y muy tenue esperanza es solamente eso. Una intuición. Intuyo que el resultado de la división en la que pones todos los recursos del mundo arriba y toda la población del mundo abajo sigue siendo positivo y no deleznable. ¿Posible? ¿Plausible? No lo creo. El comunismo fue una tomada de pelo y el socialismo moderno, particularmente el europeo, sigue basándose en el usufructo de regalías provenientes de la conquista o el salavajismo bursatil. No se socializa el bienestar, solamente se reparte lo que se quitó o se quita a otros en lugares donde nadie mira. Por eso en europa "no hay pobres", como todos los que van y vuelven pregonan a diario.

Cuando tenía 10 años soñaba con la revolución y la iconografía comunista. Pensaba que la igualdad era un ideal loable. Mis maestros de escuelas pequeñoburguesas de izquierda me decían lo mismo, y aunque de buena fe, lo cierto es que mentían sin saberlo. Hoy no creo en la igualdad pues reconozco el valor de lo diferente tanto como me gustan las mujeres. Pero sigo, con todo y la sonrisa estúpida de la ironía, aspirando a la equidad. A un mundo con oportunidades similares. En donde los niños puedan ser niños y no vender chicles. Y aunque estoy seguro que no lo voy a ver con mis propios ojos, no quisiera morir con la certeza de que nunca llegará.

Y por el momento, la tengo.

4 Comentarios:

At 4:27 a.m., Anonymous Anónimo interpeló (sin ser asquerosamente correcto)...

Se lee que no tienes ni puta idea de economía y, como quienes escribieron los evangelios, sólo escribes de "puras oídas". Informate mejor, estudia más, y te aseguro que gozarás de mayor credibilidad: si no lo haces, sólo los pejistas de corazón creerán lo que idiotamente dices.

 
At 2:30 p.m., Blogger Chamirú interpeló (sin ser asquerosamente correcto)...

Y esto qué chingados tiene que ver con el peje y quien lo puso?

Se lee que no tienes ni puta idea de lo que es leer.

 
At 12:40 p.m., Blogger Chamirú interpeló (sin ser asquerosamente correcto)...

Por cierto, estudié economía.

 
At 3:42 p.m., Blogger carlosasecas interpeló (sin ser asquerosamente correcto)...

Ahora comprendo todo: Casterns habla en "huttense", por eso no le entendemos nada.

 

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