4/25/2008

El Partido de Extremo Centro (R)

Cansado de tanta tontería, abrumado por la ineficiencia de una izquierda que vive del vituperio y la exaltación caudillista, y asqueado por una derecha que abre camino a nuevas formas de cinismo y descaro jamás antes vistas, he decidido portarme como un hombre y tomar finalmente una postura.
Lejos están los años (que acaso son meses) en los que mi blog era visitado con afable recurrencia dada mi postura electoral del 2006. Y sí: poco a poco, todas aquellas huestes pejelagartinas, a quienes todavía aprecio por el simple hecho de discrepar, acabaron mudándose a rincones mucho más concretos y constantes como "El sendero del peje" o el mismísimo (y chingón) blog de Pedro Miguel.

Y aunque debo confesar que en un primer momento me atrajo la idea de regalarle mis energías al pejelagartismo, sobre todo si consideraba el egoícamente suculento aumento de visitas en mi blog, terminé por cansarme de la esteril argumentación contra nuestra derecha tan torcida, y volví a mis viejos -y herméticos- cantares que afortunadamente a nadie le importan. ¿El resultado? Una sensible baja en las visitas politicosas aunada a ciertos reclamos que me llevaron a abrir este, mi abandonadísimo blog político.

Y es que lo tengo abandonado porque -de entrada- nadie me paga por escribir de política. No soy yo una Katia D'Artigues patrocinada por su novia o novio en turno, ni tampoco un senderista recalcitrante que siente la mínima necesidad de defender salvajemente las pocas cosas que considero indefendibles en este país. Y mientras tanto, acurrucado en mi cómoda apatía, en México sigue pasando lo que ya alguna vez profeticé: Y es que tras largos meses de sutil campaña mediática, finalmente don Felipón el Calderón ha lanzado al ruedo su tan esperada "reforma energética", con los obvios y respectivos espots de por medio, y en la que -espera afanosamente- sus amigos de Repsol habrán de beneficiarse con ese "tesoro escondido debajo del mar".

Ay. amigos. Si no he escrito mis estupideces es precisamente porque me abruma la absolutísima incapacidad del pueblo mexicano para darse cuenta de nada. Y es que eso que los gringos llaman "preaching to the converted" (que quiere decir "predicando para los ya convertidos") no es lo mío. No me interesa sumarme a la denuncia de aquello que llevo esperando desde que Felipón se agenció la presidencia dudosamente. Y no porque no me moleste sobremanera el intragable PAN o sus soldaditos de plomo. Que quede claro: Mouriño, Abascal, Calderón, Fox y Salazar -o lo que es lo mismo- todos los miserables numerarios del Opus Night que gobiernan este país, me caen en la punta de los mismísimos tanates. Les desprecio profundamente y mucho más de lo que jamás podría despreciar al pobre egomaniaco de Andrés Manuel. Pero su juego es tan claro y tan frontal, que entonces prefiero sumergirme en la persecución de mis necesidades en lugar de esperanzarme con la propuesta política de una izquierda despatarrada como la que he apoyado, atestiguado y padecido durante toda mi vida.

Y no es que me crea o me entusiasme la postura burocrática y mierdera de Jesús Ortega o los suyos: Por el contrario. Los voraces chuchos me resultan casi tan repugnantes como los propios panistas. Enfurruñados en su "corrección política" son capaces de apoyar cualquier cosa que les permita seguir cobrando las cuotas clientelares que tan bien los hacen vivir. Zambranito y Ortega, junto a todos sus vástagos, tienen de izquierda lo mismo que yo tengo de acólito eclesiástico. Y para ellos todo es un toma y daca que debe siempre resultar en un control de los aparatos económicos extragubernamentales (léase el ambulantaje de toda la provincia y etcétera) que sencillamente terminan por provocarme ganas de vomitar.

Y bueno: Los medios parecen estar entusiasmadísimos con la más reciente muestra de estupidez y desorganización que el puto PRD le ha regalado a la izquierda mexicana. Ávidos de noticias insulsas, día tras día nos tenemos que chutar las imbecilidades de un esbirro de su propia ignorancia, como es Ricardo Alemán, o de una Katia D'Artigues que escribe un "blog" bien pagadito y acotadito por el periódico que lo hospeda. Y aunque tampoco los culpo, ya que el PRD se ha esmerado por evidenciar su estatus de fragmentación y estupidez, más que nunca, sí que noto un esfuerzo que sobrepasa la natural curiosidad, y que camina en los terrenos del "chayo" más evidente. Y gracias a eso es que Ricardito Alemán, tan carente de argumentos como de sintaxis, puede tragar casi diario en polanquito y sus alrededores, mientras "comprometido" se dedica a desmenuzar tramposamente el cochinero de nuestra estúpida izquierda.

Bajo esa perspectiva tan deprimente es que me escudo y me justifico, vilmente, y entonces me atrevo a explicar el porqué de mi absoluta desidia por escribir de política. ¿Qué chingados importa si un orate desquiciado como yo se pone a opinar sobre cualquier cosa, mientras en este país siguen gobernando los pederastas (Marín), los peores corruptos (Mourinho) y los enteramente imbéciles (Ebrard)? ¿De qué carajos sirve que denuncie lo que me resulta evidente, si todo el mundo se cubre bajo su frazada político-emocional, y desoye lo que para tantos es palabra plena?


Toda esta agonía mediática me ha llevado hasta los límites más insospechados de mis posturas políticas. Hoy me atrevo a decir, sin pudor alguno, que esta "izquierda" mexicana no consigue otra cosa que no sea el provocarme las más agudas náuseas, y que mi propia concepción de "izquierda" se ha visto sumamente abollada desde que Marcelo es su "baluarte" mientras que los "chuchos" insisten en apoderarse del control absoluto.

¿De verdad me interesa apoyar a una institución política tan pusilánime como la perredista? ¿Será que la derecha finalmente ha conseguido lo que siempre persiguen las "derechas" del mundo? ¿Finalmente nuestra izquierda ha quedado inservible y fragmentada como los dioses del pan bimbo siempre han anhelado?


Todo indica que sí. El PRD no existe más, y la izquierda ha vuelto a su posición conceptual en el mundo: ergo, no existe.

La que fuera alguna vez motivación y postura de nuestra extraviada izquierda, léase la igualdad económica y social o la equidad de derechos y obligaciones, hoy no es más que un irrisorio cuadrilátero de lucha libre. Señores: Hemos perdido la batalla hace año y medio, y lo peor es que esa zancadilla electoral ni siquiera tuvo el poder de hacernos mejores o más fuertes.

Con todo y el abrumador avance que pudo cabildear la izquierda en la pasada elección, acercándose con fuerza a ese tercio del electorado que jamás había podido seducir, nuestro poder y nuestra autoridad moral e intelectual están más corroídos que nunca. El que fuera "líder" hoy no es más que una caricatura de sí mismo, con todo y lo que me pesa admitir su debilidad.

Andrés Manuel y la izquierda han sido domesticados por el poder de la televisión, la ignorancia y su propia incapacidad de generar discursos honestos y creíbles. Cuando menos para el grueso de la población. Y eso, queridos y escasos lectores míos, es algo deprimente.


Es así que tras dudarlo un largo tiempo, hoy estoy decidido a inventarme de la nada una postura política nueva. Y sí, como me dicen algunos, podrá decirse de centro pero es evidentemente de "izquierda". Y es que la "izquierda", como yo la concibo, no es la mierda clientelar de los chuchos o los amlos. La izquierda es, y debe de ser, sencillamente, la postura que aboga por el derecho que todos tienen de vivir dignamente. La postura tolerante versus la intolerante. La postura conciliadora versus la que antagoniza nomás porque sí. La postura que pretende hacer sobrevivir los barrios y no los "suburbios". La postura que goza de la cuota humana que nos brinda el tercer mundo, en lugar de pretender erradicarla y convertirnos en autómatas semiproductivos que no son capaces de gozar de su entorno y su cultura.


Por todo esto, hoy me he decidido a fundar el partido político más absurdo que jamás haya visto la luz (o la oscuridad) de nuestro efímero país. Hoy me declaro, si es que hace falta, fundador del honorable Partido del Extremo Centro. O si se prefiere, del Partido del Centro Radical. Todavía no decido un nombre, pero la postura está más clara que nunca:

Para todos los cansados de la estéril disputa entre los corporativos mochos y los descentralizados muchos. Para todos los que creen que decir "naco" es tan insulso como decir "fresa". Para todos los que imaginan un país que no es primermundista por el hecho de no fumar, ni tampoco tercermundista por el hecho de ser pobre. Para todos los que no encuentran cabida en el espectro político de esta bola de oportunistas que sólo están ahí para cobrar los jugosos sueldos. Para todos los que entienden que en la política no hay enemigos, aunque sí adversarios. Para todos los que saben jugar al como si, en lugar de hacer como si jugaran. Para todos los que están hartos de vivir en un México desigual y que obviamente podría no serlo.


Podría seguir y seguir, pero creo que la posición es bastante clara. Los invito a disentir de lo común. Los invito a hacerse parte de un motivo distinto al de pelear por pendejadas. La política no es sólo X o Y. También, de repente, puede haber Z. Y en esa política de tres dimensiones es que yo me planto, tranquilamente, y con todo mi aprecio por la gente que sigue luchando desde el panismo o el pejeísmo, me atrevo a invitar a todos.

No me importa si tengo razón. Me importa el hecho de que los demás me importan.

Y con eso me basta. Al menos hasta la próxima vez.