3/15/2012

¿Por quién votar en 2012?

Existen tres opciones:

Una, la impensable. La que no encuentra justificaciones, ni siquiera entre sus más recalcitrantes defensores. La que no sabe por qué ni cómo pero cree en que, al ganar el poder, mágicamente, lo resolverá todo. La siguen incontables priístas, incluso a sabiendas de que su titular es un verdadero subnormal, completamente incapaz de hilar una frase con la consiguiente. Pero la siguen por todo lo anterior: En alguna parte muy retorcida de su alma, creen que si Enrique se transfigura en presidente, todo lo demás se resolverá por añadidura. (Y fallan en cuantificar el grandísimo riesgo de que Enrique, toda vez que resultase investido, podría hacer gala de su estupidez, y desmadrarlo todo). Ay, Manlio Fabio, ¿por qué no te lanzaste en su debido momento? Te juro (y me juro, de paso) que votaría por ti, llegado el momento, si con eso nos libráramos de semejante amenaza copetuda.

La dos, otrora impensable. Hace apenas un año, el desprestigio del PAN hacía pensar que no importaba quién se adjudicara la candidatura, pues el pueblo le castigaría con un tajante voto de desprecio. Pero resultó que una mujercita, pequeña de ideas, de habilidades y de tamaño, pero cuantiosamente astuta y pertinentemente apoyada, se lanzó desde la total improbabilidad hasta el más rotundo de los éxitos internos, apenas hace unos días. Y como la indiscutible Sarah Palin que es, ideológicamente, se ha aprovechado de que en México nadie sabe qué coño es la ideología. Se vende eficientemente como una mujer mujerosa, feminosa, femloable. Una mujer que vale simple y llanamente porque entre las piernas no tiene chile que le llore. Y ahí abajo, en su México bronco e ignorante, hasta le creen feminista. FEMINISTA, le llaman, siendo que es más derechista que las hermanas de Hitler. Que desprecia el derecho a la opción tanto como adora al papa Benedicto XVI. Pero es "feminista". Va "por las mujeres". Y así, piano piano, ha remontado desde un lejano tercer lugar, hasta un peligroso segundo, casi rozando el margen de error, y montada sobre las frenéticas ganas de todos los norteños por que el ejército tome control de todas y cada una de sus plazas. Bendita doctrina Bush, ha de pensar Calderón.

La tercera, impensable desde 2006. Y no por mérito propio -nada más- sino por obra y gracia de Solá, Alazraki, Sariñana y todos los artífices viperinos de la campaña que más daño le ha hecho a México en toda su historia electoral. Pero nadie puede chillar gratuitamente: El señor AMLO dejó la campaña de 2006 con el 33.5 de los votos totales (poco más de 14 millones, si mal no recuerdo) y hoy llega a la de 2012 con poco más de la mitad. Los mismos votos duros de siempre, para la izquierda. Despojado, mayormente por sí mismo, de esos otros 7 millones de simpatizantes que hace apenas 6 años le dieron toda su confianza. ¿Por qué? Por imbécil. Por soberbio. Por sordo y por mudo. Y por tomar, estúpidamente, las calles de Reforma, bajo una legítima petición, pero echándose sobre el lomo el eterno desprecio de un país cuya historia siempre la ha escrito la clase media. Y a la clase media no le convino llegar tarde al trabajo durante 3 meses. Y no le importaba el porqué. Simplemente le aturdía el cómo.

¿Entonces? ¿Qué disyuntiva seguir, enfrentados todos a un 2012 de tan parcas propuestas? ¿Retornar (aparentemente) a la consabida "experiencia" del PRI y su fundamentalismo corrupto? ¿Persistir en el cristerismo "light" del PAN de los absurdos? ¿Devolverle la confianza a quien no supo qué hacer con ella la primera vez, y acabó por minárselo todo, incluyendo el respeto de sus congéneres?


Para empezar, y como lección fundamental, hay que entender que eso del "caudillismo" y el "mesianismo" que tanto les fascina a Fuentes y a Krauze, es principalmente un vicio del elector, y no tanto así del "elegible". Si queremos dejar atrás el caudillismo, por ejemplo, o "no creemos en mesías tropicales", lo principal es "parar de mamar" y/o de adjudicarle nuestras simpatías y preferencias electorales a una persona
que creemos apta o adecuada.

Habiéndonos despojado del caudillismo elemental, lo siguiente es sacar el flexómetro mental y tomar muchas medidas. En este caso, hay que medir lo que el PAN ha hecho por México en sus 12 años de poder, en primera instancia. Los más complacientes dirán que "ha mantenido la estabilidad" macroeconómica. Bueno, otorguémosles el hecho de que el peso no está 2 veces más subvaluado, y que la inflación se ha mantenido en niveles bastante manejables. Sin embargo, esos no son los únicos índices relevantes ni de la OCDE, ni del FMI, ni del BM. México es más pobre que hace 12 años, de acuerdo a la línea de la pobreza establecida por esas entidades. México es el país de la OCDE en el que el salario ha crecido menos. México es un país donde, sí, hay reservas monetarias respetables, pero nada de eso permea respecto a la incuantificable desigualdad que todavía existe entre el campo y la ciudad. "Bendita" estabilidad.

Posteriormente, midamos al PRI. Dejemos atrás su insegmentable período de 70 años, ya que ni se lo ganó ni tenía alternativas. Midamos entonces lo que ha producido de 12 años para acá: Las entidades más peligrosas del país. Gobernadores de clara filiación asesina como Ulises Ruiz, Fidel Herrera, Mario Marín, y...Enrique Peña Nieto. Entidades en situación de miseria pero en las que, sí, hay hermosas obras viales recién inauguradas o en construcción. Nada más. Ni la Coahuila de Moreira, a punta de préstamos ilegales, es hoy un mejor lugar para vivir. Ni mucho menos el Estado de México (que muchos confunden con Toluca o el Paseo Tollocan) es una entidad privilegiada o siquiera amena. Tache para todos.

Y entonces, por último, medir al PRD. Lamentable actuación en Michoacán, indiscutiblemente. ¿Y el DF? Ah, he ahí. Ahí sí hay que parar tantito. En 1997 se eligió por primera vez, democráticamente, al jefe de gobierno del Distrito Federal. Cuauhtémoc Cárdenas apabulló a Alfredo del Mazo y Carlos Castillo Peraza, haciéndose de la primer regiduría del D.F. y que duraría sólo tres años. Un año antes del 2000, delegó el gobierno a Rosario Robles, para contender infructuosamente por la presidencia, una vez más, y la perdió igual que Labastida, contra Vicente Fox. En ese mismo año resultó electo Andrés Manuel López Obrador como jefe de gobierno, contra muchas de las corrientes que en ese entonces pugnaron por la candidatura. AMLO se volcó sobre su puesto de forma muy respetable: Conferencias de prensa todas las madrugadas, todos los días. Como para dejar claro que se despertaba temprano, y a rendir cuentas. Sobra decir que el D.F. creció y floreció de forma muy positiva bajo esa primera tutela de AMLO. Hubo, desde luego, errores y traspiés bastante graves: Lobohombo el primero. Tláhuac el segundo. Bejarano, artificiosamente, el tercero y más grave. Pero más allá de la mucha o poca calidad moral que AMLO tuvo como jefe de gobierno, la realidad es que el D.F. terminó notablemente mejor de lo que empezó bajo su mandato. Y lo mismo ha ocurrido con Ebrard, quien venció en 2006 a Demetrio Sodi y Beatriz Paredes para convertirse en uno de los mejores funcionarios públicos que esta ciudad ha visto transcurrir sobre sus espaldas. ¿Errores? Muchos. New's Divine uno muy grave. Conceder la candidatura presidencial posiblemente el otro. Pero, midiendo con la misma vara que al resto, no queda sino admitir que la Ciudad de México ha sido favorablemente impactada por el proyecto perredista en los últimos 15 años, y que hoy el DF es un mejor lugar para vivir, indiscutiblemente, y más allá de los bemoles.


¿Por quién votar, entonces? Despojados de caudillos, la resolución es muy clara. ¿Qué otro proyecto de gobierno ha arrojado resultados positivos a nivel nacional? Ninguno. ¿Qué tanto importa quién encabece el proyecto? Poco en realidad. Importan los mandos medios, como siempre. Importan los que operan, y no los que deciden, aparentemente.

Apenas hace unos días se desató el escándalo "Bartlett" alrededor de AMLO. Los más puristas dentro del movimiento, reclaman que Bartlett fue el artífice del fraude electoral del 88. Y aunque muchos son los mismos que hoy leen a Zabludowsky como si se tratara del Ché Guevara, no se visualizan capaces del beneficio de la duda respecto a Bartlett.

Yo he seguido cercanamente a Bartlett desde el 94. Cuando Zedillo y los tecnócratas comenzaron a ganar terreno, él replegó en su natal Puebla y legisló -o trató de hacerlo- en defensa del petróleo. Y yo dudo mucho que en 1988 haya sido otra cosa que un vil vocero, estrangulado por los huevos, para obra y bien del Salinismo entrante.

Seguro sabe mucho respecto al fraude. Y tampoco me gustaría verlo contendiendo por la senaduría. Pero insisto: El camino ahorita, no es de gente, sino de equipo. Lo único relevante es llevar al poder a una suma de mentes capaces y de probada eficiencia. Juan Ramón -otro priísta, por cierto- ya aceptó su lugar en la idónea SEP del proyecto MORENA. Ebrard también está dispuesto a ser el gran concertador.

¿Otro sexenio de comprobada ineficiencia empresarial? No, gracias. Y aunque estadísticamente resulte improbable, hoy prefiero votar, claramente, por la única alternativa posible ante lo que se viene como otro vendaval de indiferencia.

No hay más: AMLO+gabinete 2012.