7/12/2012

El fraude somos todos

Sé bien que el presente post insultará irremediablemente las susceptibilidades de muchos votantes de izquierda, como yo, pero que aún guardan una beligerante esperanza respecto a lo que pueda pasar de aquí a diciembre. Quiero aclarar que, como ellos, yo también me encuentro profundamente herido por estas elecciones y todas las porquerías que involucraron. Por favor, traten de leer esto como un todo, y no como una cantaleta derrotista y conformista, puesto que no lo es. 


I. El madrugete

Sólo han pasado 11 días desde el madruguete postelectoral que, cercano a las 12 de la noche -como buen cuento de hadas- se montó el primero de julio para apalancar con velocidad extrema la victoria de Enrique Peña Nieto en las elecciones federales de 2012.

No gastaré más de un par de líneas para describir lo tétrico y nauseabundo que fue todo ese largo momento institucional. La sonrisa sádica de Felipe Calderón, su movimiento ocular cobijando el teleprompter o el del propio  Valdés Zurita, mientras ambos leían sendos mensajes de capitulación escritos por quién sabe quién, quién sabe cuándo, son suficientemente reales y autoevidentes como para necesitar decir algo más al respecto. "Atestigüemos, pues, la sodomización institucional de la democracia", pensé en ese momento. Y desde entonces no deja de dolerme el incuantificable asterisco de la dignidad.


II. Las mentiras

Muchas mentiras quedaron al descubierto esa misma noche. La primera, esa supuesta ventaja oprobiosa y grosera que -decían días antes- Peña Nieto claramente ostentaba sobre sus adversarios. Mentira con todas sus letras, porque 20 puntos en lugar de 6 nunca serán "un error metodológico", como ahora tratan de justificarnos los encuestadores. Y lo digo con todo conocimiento de causa, trabajando para una de las DOS empresas que condujeron estimaciones REALES durante la campaña y que publicaron datos en todo momento. En la mía -y vaya que me da cierta tranquilidad moral- el último dato arrojó 7 puntos de diferencia. Muy cercano al 6 que ocurrió en la "realidad".

La segunda mentira, también estadística, y también incuestionable, tuvo que ver con el supuesto "empate" entre AMLO y JVM. La misma que esas casas encuestadoras amañadas se empeñaron en apuntalar durante meses, y más enfáticamente tanto más cerca estaba el día de la elección. Empate que desde mayo era una absoluta falacia, pero que era propagandísticamente conveniente para desestimular el voto útil. Y aunque no me atrevería a asegurar que JVM haya aseverado, el mismísimo día del cierre de campañas, que tenía "todas las de ganar" motivada por una cuestión concertacionista, sí me resultó sospechosa toda su euforia claramente artificial, puesto que sabía, perfectamente, que no pasaría del 25% en el mejor de los escenarios. Ya serán ella y su conciencia (si es que hay tal) quienes tengan que lidiar con semejante engaño hacia sus partidarios. Se rumora que en el nuevo gobierno ocupará un lugar "feminista" y ciudadano, como pago por su alineación con la mentira. Eso lo veremos o, simplemente, no lo veremos.


III. La tercera mentira

La tercera mentira, sin embargo, no proviene de los agentes institucionales o privados que, en claro contubernio con el futuro gobierno peñanietista, dedicaron todos sus esfuerzos a la decepción y engaño colectivos. La tercera mentira nos la contamos nosotros, a nosotros mismos. Y es la que persistía en autoengañarnos respecto al peso específico que la sociedad ilustrada, los universitarios, las redes sociales y los nichos contestatarios de la clase media realmente tenían respecto al resultado electoral final.

Durante varias semanas reproduje, compartí y diseminé toda clase de información electoral proAMLO en las redes sociales que utilizo (pero a las que no PERTENEZCO, cabe aclarar). Lo hice porque muchos de esos mensajes me parecían relevantes, bien estructurados, claros, concisos y en ocasiones muy emotivos. Lo hice porque me interesaba propiciar polémica y abrir el camino hacia personas que, entre mis contactos, sabía que no comulgaban con mi visión política. Conseguí poco, francamente, pero persistí haciéndolo casi hasta el final. Y sin embargo, también tuve claro desde el principio que mucho de este esfuerzo era tan fútil como repartir banderitas de los pumas en pleno estadio de C.U. O como repartir Quarter Pounders en una sesión de Comedores Compulsivos Anónimos. Un mero acto de onanismo y masturbación ideológica. "Preaching to the converted" (predicando entre los conversos) como lo dicen tan claramente los gringos. Y aún así lo hice, en el afán de montarme en este carrusel informativo alterno que supusieron las redes sociales durante toda la campaña de 2012. Si en algo directamente sirvió semejante esfuerzo, simplemente no lo sé. Pero nunca me engañé a mí mismo confundiendo un par de clicks con un verdadero activismo o esfuerzo político-electoral. 

Debo aclarar que esta tercera mentira no es del todo "mentirosa" (valga la rebuznancia). La trinchera virtual sin duda le significó a la izquierda un crecimiento masivo y significativo en todos los niveles. Sólo hay que recordar que AMLO comenzó esta campaña en un lejano tercer lugar (18%) y la terminó por arriba del 30%. Esto es, cuando menos 12 puntos porcentuales que no llegaron por sí solos, ni mucho menos. Y como siempre he dicho: mejor será siempre el ciberactivismo que el ciberpasivismo. Tal vez no sea enteramente un acto enérgico y repleto de acción, pero dedicar unos clicks y unos teclazos al día es mucho mejor que dedicar tu experiencia electrónica entera a estupidizarte con la inmensa variedad de contenidos que se encuentran disponibles en Internet.

Pero sí era mentiroso, y lo es, en un nivel de autoengaño, pensar que las redes sociales (virtuales) podrían vencer o significar más que las redes sociales físicas, cotidianas, REALES -vaya- y que el simple hecho de que "en facebook", o en "la uni" el tal AMLO fuese "ganador" de toda clase de simulacros electorales, significaría que en la realidad ocurriría lo mismo.

A la gente de facebook, twitter, blogger y demás herramientas de interacción virtual se le olvidó, simplemente, que ni todos tienen acceso a Internet (35% de la población) ni todos acceden a la educación universitaria (10% de los estudiantes activos, NADA MÁS). Y, regodeándose en ese canto de sirenas que significaba leer a toda hora mensajes esperanzadores respecto a la postura electoral de los demás, se olvidaron de los muchos otros "Méxicos" que ni ven, ni oyen, y que son los mismos "méxicos" que no tienen la estructura educativa básica y suficiente para trascender los lugares comunes del discurso político, o que simplemente viven en condiciones tan apremiantes, que una despensa de Soriana o unos simples 500 pesos en muchas ocasiones son la diferencia entre una semana más sumidos en la mierda, o una semana "significativa" en la que podrían comer algo mejor, o comprar unos pinches tenis chinos de 100 varos para toda la familia.


IV. La realidad que nos cae encima: el aprendizaje

Y entonces, vino la elección.

Unos días antes me desgañité en mi pesimismo. Dije, con toda claridad, que sin una ventaja de cuando menos 10 puntos porcentuales, AMLO y todo el proyecto de nación de la izquierda estarían en una posición muy vulnerable a la monumental compra de votos y estrategias de fraude hormiga que se venían el primero de julio. Y, con toda precisión, eso fue justamente lo que pasó: Una claramente multidimensional convergencia de factores fraudulentos logró producir más de tres millones de votos de ventaja para EPN y, a pesar de que AMLO, "ese peligro para México" logró acumular un millón de votos más de esos 14 que en 2006 le fueron contabilizados, contra todos los pronósticos, y en un inmensamente loable y CIVIL ejercicio de campaña electoral, los priístas se despacharon con DIECIOCHO. Dieciocho millones de votos, ni más ni menos (dicen ellos), y que significaron el 6% de ventaja que CON TODA SEGURIDAD (puesto que el IFE y el TEPJF son claramente un par de ceros a la izquierda -de la izquierda) llevarán a un imbécil -como pocos- a ocupar la primera magistratura de la nación.

Casi de forma automática comenzaron a subirse discrepancias y divergencias al facebook y las redes sociales en su conjunto. Una "sábana" electoral equívoca por aquí y otra por allá. Errores en el PREP, tendencias y evoluciones matemáticas lineales muy sospechosas que apuntaban a un nuevo fraude electrónico por parte de Hildebrando (mismo proveedor que en el 2006, increíblemente). Y yo, con toda franqueza, sigo devastado por los propios resultados como para alinearme con una u otra postura: sea la derrotista o la contestataria, que me sería mucho más natural.

Aquí, desde el día once de este "ejercicio" electoral, tengo pocas cosas que aseverar contundentemente. La primera, tiene que ver con este fantasma conceptual que supone ser "el fraude". No EL FRAUDE, en toda la extensión del término, sino "el fraude" comprendido como esa explicación casi falaz que quieren darle muchos de mis amigos al hecho de que EPN tenga 3 millones de votos de ventaja en los conteos "oficiales". Amigos: Son TRES MILLONES de votos. No es como en 2006, en donde claramente hubo un fraude orquestado por el cuñado de Calderón, y el TEPJF tendría que haber obligado a un voto por voto que simplemente se desdeñó. Se trata de TRES MILLONES. Entiendo que muchos pueden haber sido comprados. Otros apócrifos. Entiendo que el propio PAN ha admitido (jugando al good cop-bad cop) que hubo serias irregularidades. Pero NADA propiciará que, por la vía legal, el TEPJF, totalmente coptado por el PRI-PAN-COPARMEX-CONCAMIN invalide esta elección. Nada. Y estoy tan triste como ustedes, en este sentido. Y tan encabronado, también. Pero eso no alcanza a entrever lo que este FRAUDE significa.




V. ¿Qué cosa es el fraude?

Creo firmemente en que hay un fraude. Un fraude educativo. Un fraude casi antropológico: Una nación construida desde hace 50 años por un gran educador tramposo, que es Televisa. Y un fraude que LUEGO ENTONCES somos nosotros, como sociedad. Un fraude que hoy describen innumerables medios de comunicación extranjeros: Simplemente no pueden creer que hayamos votado, mucho o poco, por alguien tan inmensamente vacuo y estúpido como Enrique Peña. Les resulta ridículo, insultante, oprobioso, repulsivo el puro hecho de que un PENDEJO como ese haya tenido la OPORTUNIDAD de contender por el máximo liderazgo de la nación. Y no es que me embargue un súbito
pudor frente a lo que opinen los canadienses o los alemanes de nuestra democracia (como buen ciudadano, ya llevo toda mi vida avergonzado de vivir en un país en el que la política sólo existe cada seis años y se aborda desde la ciudadanía como si fueran las olimpiadas o el fútbol, descansando en "hinchas" en lugar de ciudadanos politizados). Y tampoco digo que el fraude somos nosotros en un ejercicio de autoflagelación católica, puesto que me queda claro que YO y mucha de la gente que amo nunca se ha acercado así  a la política. No es que "los de izquierda" sean un fraude. Ni tampoco los "de derecha". Me refiero a TODOS, como nación, como sociedad, como conjunto de mexicanos, decimotanta población del mundo, y que todavía somos susceptibles a engaños como el de ahora, o el de 2006, o el de 2000, incluso, que en esta elección nos demostró que era un prostituto del poder más grande  y repulsivo que sus propias botas guanajuatenses.

El fraude somos todos porque lo hemos permitido. Porque nos damos la vuelta, una vez que votamos, y nos ensimismamos en nuestras preocupaciones "coyunturales" en lugar de atender el insultante ROBO del que somos víctimas en cada sexenio. La "amnesia sexenal", nunca mejor ilustrada que en la novela "Cerca del Fuego" de José Agustín, ya dejó de ser algo "simpático" y digno de "ficcionarse" para convertirse en nuestra característica endémica y más nauseabunda de todas. No se puede ser "ciudadano" y vivir un involucramiento tan fugaz como una gripe estacional. No podemos esperar que tan sólo por atender durante unos meses las campañas electorales, y abogar por nuestras convicciones "un ratito", la realidad vaya a cambiar por sí sola. Es hora de levantarse. Sí, pero del sillón, de la cama, de la milpa o del cubículo de nuestras oficinas. Levantarse no para agredir y violentar: levantarse para ser ciudadanos y no paleros de la teatralidad electoral que nos significa desde hace ocho décadas, ni más ni menos.

Supongamos que el PRI realmente "compró" 5 millones de votos. Personalmente, me parece una cifra impagable para cualquiera, incluido Slim. Pero supongamos que sí, que fueron tantísimos votos. Oquei. Eso no explica cómo los otros 13 millones de mexicanos optaron convencidos para votar por el PRI. Eso no explica por qué es que #YoSoy132 se haya tardado TANTO en llegar, y que en sus escasos tres meses de existencia apenas le haya hecho notar a tanta gente lo MAL que nos hacen Televisa, TV Azteca y los demás cómplices de la estupidización colectiva. ¿Dónde han estado, no los niños del 132, que son eso: niños, sino TODOS LOS DEMÁS, que ahora se manifiestan junto a ellos como si esta mierda no tuviera 50 años ocurriendo?

...

Somos y seremos un fraude de nación, un fraude de sociedad, un fraude de "revolución" de las conciencias, hasta que no admitamos que hemos vivido en la comodidad o la preocupación "personal" durante muchísimo tiempo, y que apenas ahora "vamos despertando". Somos y seremos un fraude si permitimos que esta elección, TRISTEMENTE YA DECIDIDA, sea el punto final de nuestros reclamos. Somos y seremos un fraude si permitimos que el descontento no trascienda las personas y a los personajes y se convierta en una emoción colectiva REAL y sustentable (porque AMLO, queridos, no es el motor de tanto descontento, aunque así lo quieran retratar los medios alineados). Somos y seremos un fraude si permitimos que este descontento se vuelva a desvirtuar en un blandengue plantón en Reforma o en un simple y llano derrotismo inundado de conformidad que repita "Peña ya ganó, pongámonos a trabajar". Ni lo uno, ni lo otro. Seremos un fraude a perpetuidad si así lo permitimos. Seremos otra cosa, quizás un despertar legítimo y cierto o una verdadera revolución de las conciencias, si tomamos el mandato de esos 15 millones de mexicanos descontentos, mas los 12 millones de panistas que no saben realmente lo que quieren, pero quieren paz y tranquilidad, y lo convertimos en historia. En algo permanente y no fugaz. Hay que recordar que la vida no es un post, ni mide 140 caracteres. La vida sigue, persiste y cada vez más rápido. En 3 o 4 sexenios seremos MUY viejos, si llegamos. Y no podremos llegar ahí sin ser un fraude, a menos que hagamos algo, más allá de los AMLOS y los Ebrards, que nos permita convertir esta pocilga de sociedad, en un lugar digno y humano en el cual todos tengan cabida, y todos puedan vivir, y no sólo eso: vivir con dignidad. De pie. 




Epílogo suplicatorio:

No apunto con el dedo, ni tampoco satanizo, ni tampoco desdeño a quienes enfurruñados en el mismo coraje que yo tengo, hoy buscan la anulación, la invalidación, la defensa del voto. Los apoyo. Los admiro. Quisiera tener el tiempo y la energía para estar junto a ellos en toda acción y en todo momento. Pero sí les pido, por el bien del futuro, por el bien de capitalizar esos 15 millones de votos y no volverlos a tirar por el caño como en 2006, que evitemos toda desobediencia civil que  le de pie a las televisoras para desvirtuar nuestro descontento. No dejemos que nos vuelvan a sumir en el fondo de las preferencias electorales, y en el fondo de la legitimidad social. Entendamos nuestro mandato. Asumámoslo. Y espero, con toda esperanza, que AMLO mismo sepa que quizás lo más sabio en este momento sería desmarcarse, para que entonces nadie en el mainstream mediático pueda seguir argumentando que es "ese loco de poder" el que motiva nuestro descontento. Somos todos. Todos estamos descontentos. Y por favor, sigámoslo estando.