7/11/2007

Un peligro para México...

Hoy, la noticia en todos los titulares es que el "Ejército Popular Revolucionario" -una oscura y sospechosa organización armada que apareció bajo la luz pública en tiempos de la crisis salinista-zedillista, y cuyas esporádicas e igualmente sospechosas reapariciones siempre suelen coincidir con momentos en los que algún poder necesita de distracciones y reivindicación- se ha adjudicado los ataques a instalaciones e infraestrctura de PEMEX que han ocurrido en las últimas semanas, a lo largo y ancho del país.

Pero antes de lanzar las sospechas sobre la mesa, consideremos el entorno político del país y la situación particular de PEMEX dentro de este. Desde hace meses, poco después del cambio de poderes en México, distintas voces nacionales e internacionales, entre ellas las del "gurú" del neoliberalismo, Alan Greenspan -que desde su retiro de los escenarios económicos ha dedicado sus horas a aconsejar a las economías emergentes acerca de lo inminente e imperativa que resulta su alineación la doctrina económica de los Estados Unidos, y de cómo de esta alineación depende su futuro económico y político, además de su estabilidad interna y su salud democrática- se han esforzado por lanzar a la luz pública las cifras y la preocupante situación de PEMEX como una industria nacionalizada en decadencia y que se acerca peligrosamente a la debacle financiera en caso de no cambiar su esquema autoregulado y paraestatal por uno en el que los poderes trasnacionales puedan participar de su mejoramiento y refinanciación, además de claro, su eventual usufructo.

Mientras tanto, el gobierno de Calderón ha lanzado el ejército a las calles en un afán colombianizante y por demás peligroso de controlar la inseguridad que generan los miles de millones de dólares que la industria del narcotráfico mueve a sus anchas por todo el país.
El resultado, al igual que en Colombia, son calles igual o más inseguras, cárteles que se rearman y se hacen de nuevos allegados a punta de billetazos y pequeñas inversiones en las zonas donde la pobreza es más vulnerable a ser comprada y reclutada por los capos-mesías de la droga, quienes, al contar con el poder de la discrecionalidad en el manejo de sus grandes fortunas, no reparan un sólo segundo de usar esa ventaja para engrosar sus ejércitos y preparar a la sociedad para una larga batalla que no tendrá otro ganador sino el crimen organizado mismo y, como el propio caso de Colombia lo demuestra, un gran subcampeón que se erigirá entre la derecha manipulatoria que, con el argumento de la "seguridad" y la "guerra contra las drogas" y la "estabilidad política y social" podrá hacerse de una base sólida de votantes motivados por el miedo, tal y como ocurre en Estados Unidos, Inglaterra, Colombia y todos los países donde la amenaza no interesa tanto como el usufructo político de la misma.

Porque a todos esos gobiernos, en realidad, no les importa acabar con el terrorismo, la droga, el fundamentalismo o el poder de los cárteles. Lo único verdaderamente importante es que estos sigan siendo la gasolina política que impulse sus maquinarias de miedo y mediatización del miedo, grandes productoras de votos que permitan que, en el verdadero escenario, los productores de armas, los medios de comunicación y los mandos medios y altos que se benefician de la corrupción y el crímen sigan haciendo las fortunas que hasta ahora los mantienen en la cima del mundo. Y en el fondo del costal, los grandes perdedores de siempre: los pobres y los asalariados. Las mujeres y los niños. Los indígenas y los oprimidos de siempre. Los jodidos de la historia.

Enmedio de este maravilloso entorno global en el que, sin embargo, las trasnacionales siguen haciéndose de fortunas inenarrables gracias a estos mismos podersoso, nos encontramos con la voz de Alan Greenspan y los mandos altos de Pemex. Con la voz de Felipe Calderón y Agustín Carstens que, sutil pero enfáticamente siguen soltando a cuenta gotas las noticias y los datos que a diario aparecen en las páginas interiores de los periódicos y que, acumulados de cuando en cuando, siguen luchando por establecer su jugada final: soltar Pemex a los perros y llevarse una jugosa tajada en esa transacción. Quitarse ese "gran peso" de encima, congraciarse frente al amo y señor del mundo y colocar a México en la punta de lanza que termine por abrir las costillas de latinoamérica, para que entonces los caníbales bursátiles puedan clavar libremente sus garras y hocicos y logren agasajarse con las vísceras de nuestro pobre continente.

¿No es curioso que hablen de lo inminente que es el agotamiento de las reservas petroleras, mientras nos cuentan que hay grandes interesados en comprar Pemex por todo el mundo? ¿Es o no es un industria en declive? ¿De qué tamaño son realmente las reservas? ¿Por qué persiste la sobreexplotación de las capacidad de Pemex mientras continua el subejercicio de los recursos obtenidos? (El superávit fiscal del trimestre es de casi 10 mil MDD, mismos que no se ejercieron y que quizás en siete años alguien los incorpore a las "anomalías" del gasto público) ¿Quién, en su sano juicio, compraría una empresa que tiene un valor de cientos de miles de millones de dólares pero que, en menos de 15 años, se va a quedar sin materia prima y se convertirá en un horrendo mausoleo industrial?

Lo que resulta aun más preocupante es lo que hoy ocupa los diarios y las marquesinas de la televisión. Que el ignoto y desconocido EPR hoy se adjudique los sabotajes de PEMEX y que lo haga "contra el gobierno "ilegítimo", enarbolando una bandera civil lopezobradorista que dista mucho de compartir un mecanismo terrorista, mucho más si se trata de terrorismo contra los escasos bienes de la nación (PEMEX) y no contra sus verdaderos enemigos: caciques, terratenientes, trasnacionales y sindicatos corruptos. Todo esto es, simplemente, ilógico, incoherente, sospechoso y por demás maquiavélico.

Y lo es todavía más cuando, apenas pasadas unas horas, los diarios virtuales ya cuentan con respuestas de los sectores más reaccionarios de la sociedad, repudiando la acción de estos "radicales de izquierda", como si realmente de eso se compusiera el EPR, y como si estuvieran ciertos de que estas son las acciones de un grupo de izquierda y no de un conveniente aparato de distracción que, como en tiempos de la "Antorcha Campesina" de Raúl Salinas, sirvió siempre para justificar actos contra las libertades civiles y contra los movimientos campesinos y de izquierda que, desde una trinchera muy distintta a la de las armas o el terrorismo, sí trataban de luchar en favor de los desposeídos y contra los mercaderes del miedo y la ilusión.

Ya respondió el episcopado mexicano. Ya contestó el PAN y su brazo ideológico yunquista. Ya contestaron los empresarios y los propios directivos de PEMEX, quienes durante una semana y media de explosiones atribuían los hechos a errores y ordeñas de los gasoductos, pero que hoy se cuentan entre los ciertos de que se trata del EPR y que el Estado Mexicano deberá actuar con todo el rigor de la ley (y claro, con toda la fuerza de su mano más dura).

Y, tras bambalinas, el EPR. Pantalla mediática que ha servido en más de una vez para justificar actos arbitrarios contra activistas e ideologías legítimas. El EPR, esta vez trabajando en beneficio del PAN y sus intentos por seguir militarizando el país, polarizando a la sociedad (sólo hay que ver sus nuevos anuncios contra las marchas y los "asesinos irresponsables" que participan en ellas) y llevando agua a su molino de intolerancia y desprecio automático hacia todo lo que huela a izquierda o justicia social. No me extrañaría que en breve sobrevenga una escalada de militarización y bombardeo mediático que sirvan para afianzar, al estilo Aznar, la credibilidad de un gobierno que vive en una multidimensionalidad casi esquizofrénica. Porque un México es el que dice amar (léase Felipe Calderón y su compungida efigie que se preocupa por los pobres), otro es el que protege a toda costa contra cualquier intento de equilibrio social (léase Banamex, Bimbo, Grupo Alfa, Grupo Salinas, Televisa, etc...), otro el que nos vende en los datos y en las cifras (léase INEGI, Economía, IPC y la bolsa), y uno más el que goza en sus alacenas, sus casa de descansoy sus cuentas de banco exorbitantes y en despavorido ascenso (léase el estado de cuenta de Juan Camilo Mouriño, Manuel Bribiesca, los chicos Zavala y los intocables Hildebrandos, Javier Lozano y el Chino Mames).

¿Y a unos días del informe de gobierno de Calderón, alguien podría explicarme cuál de estos Méxicos nos va a contar? ¿Alguien se siente más seguro? ¿Alguien tiene una sinusitis de tales dimensiones que no alcanza a oler la podredumbre que alfombra nuestros días?

Preparémonos para lo peor. Hoy se cocina apenas el caldo. Mañana se cuela y pasado mañana se incorporan la carne y las verduras. ¿Adiós a Pemex? ¿Bienvenido el ejército y la guerra civil? ¿Acabará nuestro infalible gobierno con la inseguridad, comenzando por los irresponsables que marchan y violan mujeres y matan niños en Reforma?

Hoy, más que nunca, bajo las azules nubes panistas que no sólo no se desvanecen sino que sólo se ennegrecen al estilo Mussolini, me va quedando más claro quién es el verdadero peligro para México: México mismo, y los gángsters que lo gobiernan.

7/05/2007

Pedofilia colombianizante

Ya sé que parece que este blog me vale madres. Es mentira. En realidad me importa tanto que todavía no publico los ocho textos ques permanecen ahí, en el tinglado, y que no han alcanzado estatus de publicables. Lo lamento por eso. Tan sólo es que hoy, es inevitable.


Nuestro flamante presidente Calderón ha discernido una notable estrategia contra el crimen organizado: Limpiemos México. Dicha estrategia se compone de una innumerable cantidad de acciones de las que nadie sabe todavía una chingada, pero bajo las cuales todos vamos a vivir. Una de las primeras consiste en aplicar exámenes antidoping a los niños de primaria y secundaria. Excelente medida para saber de qué la giran sus papás.

No hay problema: Criminalicemos a los estudiantes del sistema básico y semi-superior del país. Al cabo que es importantísimo saber si Eugenio Godínez fuma mota en su casa. Casi tan indispensable como evitar que al mismo Eugenio le toquen sus partes en la iglesia ala que acude, junto a sus padres, cada fin de semana. Es más, a pesar de que que en el D.F. hay más de 450 museos, vamos a llevarnos a Eugenio a vislumbrar como el jefe delegacional de la zona en la que nunca en su vida podrá vivir, por sermás cara de las posibles expectativas económicas que jamás podrá tener, rompe, mazo en mano, un millón de las películas que ni Eugenio ni sus hermanas jamás podrán ver en el cine, ya que, para un padre de familia como los de Eugenio, ir al cine es casi tan caro como comprar la comida que en dos meses consume toda la familia.


O como me preguntaba algún detractor semisarcástico, en el otro blog: ¿Qué acaso la pirateria "es la onda" (sic)? Pues no, no es la onda. Todos quisiéramos vivir en un mundo donde la piratería no tuviera razón de ser. La desgracia es que de la piratería sí viven muchos miles de personas. Y que muchos de los que asiduamente visitan la internet, lo hacen desde un sistema pirata, aun si no lo saben. Y, lo más importante todavía, es que importa un pito la piratería o no la piratería: la realidad es que la ciudad de México tiene más de 400 museos. Y que mirar al totalmente prescindible delegado de la Benito Juárez resulta tanto o más pusilánime -en comparación- frente a cualquiera de los múltiples recintos culturales que esos mismo niños podrían estar visitando.

¿Desde cuándo se volvió más importante ver a nuestro delegado en la Benito Juárez desechando discos piratas que lo que supone ser partícipe de la cultura y de la historia del mundo?

Este no es un asunto partidista. Y no se trata tampoco de si Marcelo o no Marcelo. Marcelo importa un comino. El asunto es acerca de cómo educar a nuestros niños. Y de cómo NO educarlos (lo que es igualmente importante).



No. Está bien. Aplaudamos. Aplaudamos tras nuestro presidente: el mismo que hoy aplaudió el desempeño del góber Mario Marín en Puebla. Sintámonos orgullosos de tener a un pederasta en el gobierno. Y que no lo diga yo: que lo diga el Milenio Diario. Para que no se me nulifique por añadidura lópezobradorista. Ahí está la realidad. Lo que cada quien haga con ella, es su pedo.


http://www.milenio.com/mexico/milenio/nota.asp?id=525593


Y ya.